29.11.09

TRIENAL DE CHILE / Cap. 2 Entrevista a Gustavo Buntinx / MICROMUSEO ("al fondo hay sitio")

Como ya antes habíamos mencionado, el 5 de octubre pasado se inauguró en distintos espacios de Santiago la Trienal de Chile. Este evento, enmarcado en las celebraciones del Bicentenario de este país, viene contando con la presencia de la exposición: “Lo Impuro y lo Contaminado 3. Pulsiones (Neo)Barrocas en las Rutas de Micromuseo”, curada por Gustavo Buntinx.
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Esta exposición es de lejos uno de los puntos a resaltar en un contexto donde esta primera Trienal ha pasado casi desapercibida en Chile. Un afán de internacionalización que tácitamente ha despreciado el impacto local.

EL 15 de noviembre pasado se publicó en el diario El Comercio una importante y pertinente entrevista a Gustavo Buntinx, chofer-curador del proyecto MICROMUSEO (“al fondo hay sitio”), a cargo de Diego Otero, entrevista que copiamos a continuación.
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Arte peruano contemporáneo en Chile

Entre la violencia y lo sagrado.

“Lo impuro y lo contaminado III”, quizá la más amplia y arriesgada muestra de arte peruano contemporáneo fuera de nuestras fronteras, se exhibe estos días en Santiago, como parte de la Trienal de Chile”.

Por: Diego Ottero

Interrogado acerca de la incidencia que están teniendo en los últimos años las manifestaciones artísticas amazónicas, Buntinx dice: “El nuevo fulgor selvático deriva (entre tantas otras razones) de la conjunción de emergencias. En los dos sentidos del término: crisis y erupción. Hay una necesidad histórica y cultural de incorporar también “el cuerpo de la Amazonía” a nuestro gran mestizaje final. El tema, sin embargo, es la relación de todo ello con las vertientes de sofisticada erudición teológica resumidas en Lima por proyectos como el de A Imagen y Semejanza. Contra ciertas apariencias, Micromuseo percibe en estos desarrollos paralelos los opuestos complementarios de una misma sensibilidad de época, una sensibilidad (neo)barroca de importancia análoga para nuestros tiempos a la que el pop achorado alcanzó durante los inicios de la década de 1980 con las propuestas del taller E.P.S. Huayco y desarrollos asociados. Es interesante el que esos dos recorridos artísticos —el pop achorado, el (neo)barroco— marcan y enmarcan los preliminares y el epílogo de nuestra reciente guerra interna. Tal vez no deba sorprender el que en ambos casos la imaginería determinante sea religiosa. Incluso en los derroches lascivos que suelen recorrer lo tecnotropical andino: nuestro arte más lúbrico suele ser también el más místico. El más espiritual y político. A su sesgada manera”.

Desde el mes pasado, Chile celebra el bicentenario de su independencia con la primera edición de una Trienal artística, con la curaduría general de Ticio Escobar, que es un crítico muy importante, actual ministro de Cultura de Paraguay. La Trienal de Chile es un puñado de grandes muestras desplegadas a lo largo de todo el país, y articuladas en torno a dos ejes principales: los límites del arte y lo local. Una de esas muestras, ubicada en un lugar de preferencia —las instalaciones del Museo de Arte Contemporáneo de Santiago—, es “Lo impuro y lo contaminado III. Pulsiones (Neo)Barrocas en la ruta de Micromuseo”, cerca de trescientas piezas que ofrecen un recorrido reflexivo —radical, polémico, muy vital— por los caminos de la producción artística peruana en las últimas décadas.

Desde las propuestas eruditas y cuestionadoras del proyecto “A imagen y semejanza” hasta las estridencias tropicales y lascivas del pintor Lu.Cu.Ma. Desde la sofisticación monumental de un cuadro de Moico Yaker o una instalación de Runcie Tanaka hasta un inquietante helicóptero artesanal hecho con huesos o una escopeta “hechiza” de un rondero ayacuchano muerto por Sendero Luminoso. Para Gustavo Buntinx, cabeza de Micromuseo —suerte de soporte alternativo para la preservación y promoción de arte peruano— y curador de esta muestra, “la sexualidad y la teología exacerban y trastocan las relaciones establecidas entre arte y política, arte y violencia, arte y religión”. Y “Lo impuro y lo contaminado III” da fe de ello.

¿Bajo qué criterio se planteó la notoria ampliación de la muestra en relación con lo que se vio en “Lo impuro y lo contaminado II”, en Valencia, España?
Hay sobre todo una intensificación de los sentidos propuestos. Una radicalización, en las dos acepciones del término: llevar las cosas a sus extremos es también devolverlas a sus raíces. Era necesario este desborde, este exceso, para darle una plenitud nueva a nuestras propuestas de una musealidad mestiza. Una musealidad promiscua donde lo llamado artesanal, lo supuestamente artístico, lo (semi)industrial o incluso lo documental coexisten sin jerarquías. También lo prehispánico y lo moderno, lo colonial y lo contemporáneo, en asociaciones ilícitas, insólitas, pero no ajenas a las que ofrece nuestra vivencia permanente de simultaneidades aparentemente inconexas.

Tú defines la producción que se articula en torno a “Lo impuro y lo contaminado” como “pulsiones (neo)barrocas”. ¿Por qué crees que esta “sensibilidad (neo)barroca” predomina en las manifestaciones culturales del Perú actual?
El nuestro es un horror al vacío dejado por los desastres de la guerra y de la dictadura que marcaron las dos traumáticas décadas iniciadas con el principio de la violencia en 1980. De ese abismo surgimos obligados a confrontar y asumir nuestras tantas contradicciones, aprendiendo a ya no reprimir sino productivizar la diferencia. Vivir feliz todas las patrias, como quería Arguedas, implica la integración de lo distinto, incluso la coexistencia de lo irreconciliable. En esa tarea sensible mucho ha ayudado la matriz barroca de una cultura nuestra marcada por la continuidad tanto como por las rupturas. De allí mi insistencia en colocar entre paréntesis el prefijo característico en el uso globalizado del término (neo)barroco.

Sueles hablar de “cultura material” en oposición a “producción artística”, planteando así la idea de una desjerarquización. Pero por otro lado dices que el motivo de fondo no es “reprimir sino productivizar las diferencias”. ¿Podrías explicar esa aparente contradicción?
En ciertas situaciones actuales el modo de exacerbar la diferencia es colapsándola. Por eso planteamos que la propia denominación “Museo de Arte Contemporáneo” es una contradicción en términos: para ser genuinamente contemporáneo, el museo tiene que renunciar a cualquier vocación exclusiva por lo artístico. Micromuseo no es un museo de arte sino de cultura material. En nuestras propuestas el arte es una porción inevitable pero desjerarquizada de un conglomerado fáctico y simbólico más complejo que confronta y subvierte y trastorna esta categoría tan mistificada. Es lo que denominamos estrategias friccionarias.

Micromuseo propone fricciones creativas entre lo que tú llamas la “pequeña burguesía ilustrada” y lo “popular emergente”. Cómo es la dinámica de esas fricciones, ¿son realmente horizontales o reproducen las fisuras que hay en otras esferas de la sociedad?
Como en las relaciones sexuales, no hay horizontalidad perdurable en las relaciones culturales. Es el intercambio de papeles y de posiciones el que energiza el intercambio de fluidos. Eso y la fantasía. Sin duda hay una inercia de fisuras y jerarquías en cualquier gesto que pretenda repararlas o subvertirlas, pero también una productividad distinta, un despertar erótico también en el ámbito de la cultura y de lo social. Quisiera pensar que, más allá de las inevitables contradicciones, de los fracasos incluso, de todo esto surgirá no solo un sujeto nuevo sino también una nueva subjetividad. La belleza nueva.


Más información:
“En el arte y el patrimonio no se respeta la diversidad”. Entrevista a Néstor García Canclini. Observatorio de medios FUCATEL.
Visitando la Trienal de Chile. Por: Fabiola Barrera Castillo. 6 Columnas.


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