18.6.07

Bendayán XXXIII

A continuación cuelgo la invitación a la exposición de Christian Bendayán “Bendayán XXXIII”, la cual puede verse en la Galería del Instituto Cultural Peruano Norteamericano de Arequipa. Cuelgo además una reciente entrevista de Maribel De Paz a Christian Bendayán que salió en Caretas con respecto a esta exposición (la cual la tomé del blog Arte Nuevo). Y cuelgo además el cometario de esta exposición de la crítica de arte Elida Román. Se puede ver las obras en exposición y este texto en el siguiente blog.


Christian Bendayán en nueva muestra que promete calentar las frías noches arequipeñas.

CHARAPA POP

Christian Bendayán vuelve para irse. La muestra titulada “Bendayán XXXIII” marca el cierre de una etapa del artista iquiteño acostumbrado a retratar la vida tal cual es, multicolor y con cantos de sirenas. Con una vocecita que contrasta con la estridencia de sus cuadros, Bendayán explica que esta individual, posible gracias al esfuerzo del Centro Cultural Peruano Norteamericano de Arequipa, pone un punto final a una etapa en la que sus cuadros no pararon de exudar su obsesión por el cristianismo y un mundo mágico cargado de mitos y sexualidad.

–¿Por qué pintar una sirena vieja, como la de La Madre del Lago?

–Porque siempre he relacionado a las sirenas con la vitalidad de los adolescentes, pero en un momento en que surgieron noticias tristes decidí hacer esta sirena vieja. Se me ocurrió estando al borde de una laguna antigua, cuando me dijeron que la sirena que la habitaba debía ser una sirena madre.

–¿Y, además de las sirenas, cuáles dirías que son los elementos recurrentes en tu obra?
–Bueno, está bien clara la presencia de elementos religiosos y del paisaje amazónico, de una decoración cargada de flores que concuerda con la estética burguesa de la edad del caucho, y en esta exposición también está presente el agua.

–También sueles tratar el tema de la maternidad.
–Porque trabajo a partir de los valores o conceptos populares más marcados, y creo que el amor a la madre y el amor a dios son cosas que están muy marcadas en la vida cotidiana de los pueblos peruanos.

–Y curiosamente se te ve como trasgresor.
–Pero nunca lo he sido. Siempre he mostrado las conductas del ser amazónico común y corriente, que en algún momento se trataron de negar. Y, bueno, tengo una obsesión con la idea del retrato a partir de la fotografía antigua, y esta muestra parte de una visita a la Biblioteca Amazónica, donde están los primeros álbumes familiares de Iquitos.

–¿Dirías que tu obra tiene una estética chicha?

–A ver… me parece más pop que chicha, más rock que chicha. Creo que el término chicha como corriente cultural no está muy bien definido. Si la vamos a calificar a partir de la estética musical diría que es más cumbia.

–¿Una estética cumbiambera?
–Sí, porque creo que la chicha tiene más influencia andina.

–¿Y por qué el predominio del rosado?

–Porque tiene tanto una intensidad que puede lastimar la vista, como también llegar a ser un color delicado y sutil. Y porque siempre estoy buscando temas que tengan que ver con la vida apasionada, y me parece que el fucsia es más intenso que el rojo.

–En tu obra también está siempre la temática gay.

–Es que he sido testigo de la lucha de los travestis en Iquitos para tener una aceptación de su opción. Ahora han tomado la ciudad y he seguido su historia en mi obra. Además, creo que lo más importante dentro de mi proceso creativo es dormir, porque en los sueños encuentro mis obsesiones. Es el caso del cuadro “Gracias”,
una versión amazónica de “Las Tres Gracias” de Rubens. Un día desperté y sabía que no podían ser otras que las bailarinas del grupo Explosión, idolatradas por los charapas. Diría que la mía es básicamente una obra dramática, y con esta exposición cierro una etapa pictórica que comenzó en el 99, y que no quiero terminar sabiendo qué viene después. Si vuelves a ver pintura mía no creo que se parezca en nada a lo que he hecho hasta aquí. (Maribel De Paz)

El mundo propuesto por Christian Bendayán, con la crudeza de formas y el festín chirriante de los colores, tiene la poco frecuente habilidad de confundir a primera vista, y mostrar ese rostro de la exuberancia tropical y el desborde perpetuo, estridente, que los estereotipos obligan para con los usos y costumbres de la ciudad de selva.

Más allá de la condición de tributaria de las imágenes populares, esas expresiones de carteles, muros, pinturas sin academia, ilustraciones espontáneas, su pintura busca y encuentra los signos más densos y solapados que hurgan en las identidades y los anhelos, las ansiedades y los desencuentros.

Protagonistas privilegiados, sus travestidos de abierta insolencia y demasiada alegría, son personajes que hablan de necesidades desembozadas y relaciones desprejuiciadas. También aluden a formas de rito social y entramados complejos que parecen tejer su espacio solo en función de su simpatía cálida y amistosa, verdadero ropaje de su sentido de afirmación.
Para completar el variopinto desfile, Bendayán acude a la iconografía de mitos y leyendas. La sirena emerge como símbolo excelso, entre romántico y temible.

Sin embargo este ser-pez lleva en sí mismo la autodestrucción de sus deseos: su cuerpo ambiguo le impedirá satisfacerlos. Y en la sirena vieja, desgastada, patética, se encuentra ese germen que vibra a lo largo de toda la serie, un instinto tanático que parece alimentar las carnes y la vibración que surge de los cuerpos representados. Aún en la ternura que pueda asignarse a la pareja, esa sensación de fragilidad, desvarío, incertidumbre, se trasmite a través de cada cuadro.

Sensación que se confirma y subraya en los paisajes citados, tan populares y reconocibles. Ellos ostentan esa misma calidad de exceso que hace intuir el estallido inútil.

A pesar de su juventud, Bendayán es un artista mayor. Hurga más allá de la superficie, muestra lo visible inmediato y desprevenido pero trasmite ese más allá profundo. Su pintura inquieta y desconcierta. Parece divertimento y hasta casi elogio, pero se acerca, con respeto, a la pregunta sobre su razón y su existencia.

Muestra sin juzgar y pide respuesta. Sabiendo que no la encontrará.

Élida Román

Lima, Mayo del 2007

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