17.10.07

UN PROYECTO QUE INDAGA EN LA IDENTIDAD A PARTIR DE LA COMIDA, Por: Sonia Moy Espinoza

En Terra-Magazine Sonia Moy Espinoza, hace un comentario sobre la exposición La Olla Común Centro Lima, que puede ser vista hasta el 23 de octubre en el Centro Cultural de la Escuela Nacional de Bellas Artes.

Esta exposición cuenta con la participación de los artistas chilenos Adolfo Torres, Jorge Lankin.

El invitado a esta exposición es Luis Cueva Manchego (Lu.Cu.Ma), Artista cuya estética es el desborde popular de una ciudad amazónica como Iquitos. Tal como antes fue definido Lu.Cu.Ma .“Un ex-convicto rescatado de la prisión y el manicomio por la devoción mística y una práctica pictórica ambulatoria en la que alterna letreros comerciales con autorretratos alucinados e imágenes religiosas de rara intensidad”. (Gustavo Buntinx. Lo impuro y lo contaminado, retornos críticos de la pintura 1997-2002).

A continuación el texto de Terra, que también puede ser visto aquí.

UN PROYECTO QUE INDAGA EN LA IDENTIDAD A PARTIR DE LA COMIDA

Sonia Moy Espinoza

Corpulento, de movimientos rápidos y certeros, así como poseedor de una mirada penetrante que pareciera seguirlo a uno donde vaya, Luis Cueva Manchego, más conocido como Lu.Cu.Ma -ex criminal y practicante de un arte confesional en el que retrata pasajes de su tortuosa vida a la sombra- es el ingrediente local de la espectacular muestra La Olla Común Centro Lima, a cargo de dos artistas chilenos -el pintor y chef Adolfo Torres, y el grabador Jorge Lankin- que podrá ser visitada hasta el 23 de octubre en el Centro Cultural de la Escuela Nacional de Bellas Artes (ENBA), ubicada en jirón Huallaga 402, Lima.

Obras en técnica mixta, grabados e intervenciones en espacios públicos de diversas partes de la ciudad son parte de esta exposición que lleva 11 años recorriendo Latinoamérica. El haber ganado el concurso anual de proyectos al exterior 2007 de la dirección de Asuntos Culturales del Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile permite su presencia en Lima. Y, si bien Lu.Cu.Ma ha arribado a la capital desde su natal Iquitos -tierra calurosa de la selva peruana- en calidad de invitado, le ha sido inevitable captar la mirada de la gente no sólo sobre sus lienzos, sino sobre ese otro gran soporte que es su piel, curtida de tajos y tatuajes, que Torres considera una obra de arte.

La mañana que Terra Magazine lo entrevistó, este hombre alto y macizo que recorrió las cárceles más peligrosas del país durante nada menos que 23 años lucía cual niño entusiasmado frente al montaje de sus obras. Sus inicios en la pintura se remontan a su infancia, cuando quedó huérfano y vivió en el Puericultorio Pérez Araníbar, a donde llegaba un profesor egresado de las aulas de la ENBA, en cuyo centro cultural hoy él expone cual suerte de círculo virtuoso. "Me explayaba en lo que hacía. Siempre tuve la vocación dentro de mí y llevaba conmigo los colores básicos -rojo, amarillo, azul y blanco- y cartulinas donde iba. Siempre pinté, quiero que eso quede bien claro", dice.

En el Puericultorio permaneció hasta los quince años y luego se fue a vivir a Mendocita, barrio de guapos y gente brava en el populoso distrito de La Victoria. Allí comenzó a delinquir y como un cosa lleva a la otra pronto comenzó a dar tumbos, primero por Maranguita, reformatorio juvenil, y luego por centros penitenciarios hasta que un día cansado de la vida que llevaba se encomendó a Dios y le imploró que entrara en su corazón, que lo cambiara para serle útil a la hija que tenía en Lima.

El ingrediente sazonado de la olla

Hace tres años atrás Torres lo divisó en una calle de Iquitos donde usualmente pinta -vestido con un short por toda ropa- coloridos carteles comerciales y letreros que le sirven para ganarse el pan diario, además de lienzos con imágenes de corte autobiográfico e imágenes religiosas de índole popular como La Sarita, patrona de prostitutas y delincuentes. "Estaba en la plaza Bolognesi cuando se me acercó y pensé que era policía. Volteé y le dije: yo ya cumplí mi condena, así que arranca, arranca", señala sonriente. Pero, lejos de amilanarse Torres le dijo que le gustaba su trabajo y quería algunas obras para llevarlas a su país. Así nació el vínculo.

Lu.Cu.Ma quien hace seis años realizó una individual en la Sala Miró Quesada de Miraflores llamada "Del puñal al pincel", narra que en su tierra siempre trabaja en la calle pues luego de haber pasado tanto tiempo en prisión quiere que la gente vea que se está rehabilitando. "Quiero que observen que estoy trabajando, aunque en Iquitos muchos pintores me sindican. No quieren trabajar conmigo y si alguno manifiesta interés ahí mismo los demás le dicen como te vas a juntar con Chacalón -sobrenombre que tiene por el parecido físico con el desaparecido cantante de chicha peruana- que es criminal", enfatiza.

Sus recuerdos, anhelos y pesadillas pueblan las obras presentes en esta exposición. Las violaciones de presos vistas por el artista en prisión, los amigos ausentes, los jóvenes de Belén -barrio populoso de Iquitos- perdidos en las drogas, la violencia en todas sus formas, la admiración por figuras como el Che Guevara y su total desprecio a figuras públicas como el presidente estadounidense George Bush y el ex asesor peruano Vladimiro Montesinos, en la época del recientemente extraditado Alberto Fujimori, son parte de las imágenes de sus lienzos.

Exposición y ollas comunes

"Media exposición es de Lu.Cu.Ma", dice uno de los presentes a la inauguración y casi se podría decir que es verdad. El resto, lo componen obras de Torres, quien inició su camino como cocinero y hace cerca de doce años ingresó a trabajar como ayudante de impresión en el taller de grabado de Lankin, para luego convertirse en grabador y pintor.

"Que mejor plataforma para realizar esta muestra que el centro de Lima, capital gastronómica de América Latina", señala Torres mientras sirve en un plato descartable el chileno charquicán junto al peruanísimo arroz chaufa a los asistentes a la inauguración que hacen fila ante una enorme olla. Platos, cuchillos, recetas y mercados que forman la cadena nutritiva y social de las capas populares de la región son protagonistas de 32 lienzos en pequeño formato, 300 piezas talladas cual matrices de serigrafía y una instalación tipo altar del artista, quien además trabaja en el restaurante El Plateado, en Atacama, a tres horas al norte de Santiago de Chile.

"Esto comenzó por una suerte de admiración a las ollas comunes que se instalaron antes y durante la dictadura de Pinochet. Me impresionó la solidaridad de la gente que juntaba sus escasos recursos, sus mermadas energías. Me gustaba ver cómo detrás de algo tan pacifico como un plato de comida había también un reclamo", precisa. Entonces fue que empezó a ver con otros ojos el universo de los mercados, las prácticas culinarias de barrio. Pensaba que había mucho por sacar de allí. Y así fue.

En el recorrido por La Olla Común Centro Lima también están presentes decenas de grabados de Lankin, agrupados en tres series, que el artista gusta de llamar "pichangas" -en alusión al fútbol callejero donde todo se mezcla y a una comida elaborada con sobrantes de embutidos y cuanta cosa halla a la mano para matar el hambre- pues tienen como punto de partida imágenes tomadas de la vida diaria del ciudadano de a pie. "Mezclo imágenes que veo en mercados y las calles, así como las de las liras populares, que fueron en su época la prensa amarilla del pueblo", señala.

Un políptico de gran formato confirma su elección. Elementos inspirados en las maderas talladas que alguna vez sirvieron a cronistas de la época para relatar de pueblo en pueblo los acontecimientos más saltantes, así como imágenes halladas en su diario trajinar forman parte de una mezcla impactante. La imagen de un pueblo pintada por el cronista Huamán Poma de Ayala en color sepia y el logo verde hippie de una sanguchería chilena se dan la mano bajo el gran fondo rojo unificador.

A comer hermanos

Como no podía ser de otra manera, los artistas llevarán a cabo acciones y ollas populares en El Averno del jirón Quilca, circuito underground de la cultura en Lima. La cita será los viernes de octubre. También se realizarán en la entrada del Centro Cultural de Bellas Artes y siempre habrá una sorpresa para el público que visite la sala principal de exposición.

Por lo pronto, Lu.Cu.Ma saborea su plato siete colores y bebe sangría mientras exhibe las fotos de sus seres queridos a los asistentes a la inauguración. Algunos lo ven de la manera que quiere ser mirado, otros no. El artista cuyo primer crimen cometido a los 14 años todavía le vale que gran parte de su familia le cierre la puerta en la cara y no quiera saber nada de él, carga siempre consigo un puñal en un cinto cruzado sobre su pecho. Nada impide que aparezca algún sicario enviado por quienes quieran cobrar venganza por sus familiares o amigos.

Ahora se halla en Lima de donde antes huía. Tiene previsto realizar una individual en algún centro cultural de la capital. Cuenta con amigos en diversas partes del mundo que compran sus obras. Uno de sus más profundos anhelos es lograr tocar el corazón de alguien que valore su trabajo y lo invite a exponer en el extranjero. Se imagina recorriendo las calles de Paris, conociendo otra vida, ampliando su horizonte. Así como cuando le pidió a Dios ser cambiado, confía en que cuando uno verdaderamente quiere algo no hay fuerza en el mundo que pueda detenerlo. "Quiero probarle a las autoridades que una persona que fue criminal puede cambiar y llevar el arte por cualquier parte del mundo", refiere. Y pareciera que sus sueños se realizan. Por lo pronto su hija ha vuelto a quererlo.

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