Este texto reflexiona sobre la colección de arte contemporáneo del MALI a través de su Comité de Adquisiciones de Arte Contemporáneo (CAAC), y sobre el programa MALI contemporáneo.
A continuación reproducimos este texto.
SOBRE LAS ADQUISICIONES DEL MALI, 2007, ARTE CONTEMPORÁNEO
Por: Augusto del Valle C.
El último martes 15 de enero, se discutió en el auditorio del MALI, la política de adquisiciones de esta institución, con respecto al arte contemporáneo, para el año 2007. Actualmente y hasta la segunda semana de febrero, el público podrá ver entre cuarenta y cincuenta obras que fueron adquiridas y que se exhiben en aquel espacio del museo destinado a las exposiciones temporales.
Para discutir sobre estas adquisiciones fueron invitados Gustavo Buntinx y Sharon Lerner. Por el lado del museo estaba en la mesa de discusión la directora del mismo, Natalia Majluf. Asimismo, estaban también los críticos y curadores protagonistas de la selección de obras, Rodrigo Quijano y Jorge Villacorta. En representación del Comité de Adquisiciones de Arte Contemporáneo del MALI (CAAC), se hizo presente Jorge Basadre, quien también hizo las veces de moderador de la mesa.
La exposición permite ver cerca de 50 adquisiciones. Cabe resaltar el criterio amplio en la selección, precisamente, en la medida que resulta difícil hacer un conteo, en algunos casos, por “obra” única, pues una gran parte de la selección se define, propiamente, a partir de conjuntos visuales. Por poner un ejemplo, el trabajo de Flavia Gandolfo, La configuración -de la serie Historia- son 45 impresiones digitales en papel fotográfico. Las adquisiciones, contadas bajo un criterio de conjuntos visuales, sin embargo, son cerca de treinta. Así, bajo ese criterio podemos contar todos los afiches sobre la reforma agraria de Jesús Ruiz Durand, o los 20 dibujos sobre Iquitos –de la serie dibujando B- de Gilda Mantilla, o la carpeta de serigrafías, Arte al Paso, de E.P.S. Huayco, o incluso, la serie de 9 monotipias sobre papel de Pedro Peschiera, por solo citar algunos de tales conjuntos.
Es, por supuesto, con la intención de aclararnos acerca de tal criterio que la ocasión de escuchar a los protagonistas estuvo servida. Solo diré algunas palabras sobre el conversatorio del pasado martes 15. Resultaron importantes las respuestas de Jorge Villacorta y algunos de los conceptos de Rodrigo Quijano a las interrogantes planteadas.
A Sharon Lerner le interesó elaborar algunas preguntas, precisamente para situar la discusión sobre los criterios de selección de obra. A Gustavo Buntinx, le pareció pertinente elaborar una suerte de apología bizarra de la labor del CAAC y, a través de este, del MALI. Dos dimensiones señaladas por la primera, fueron, a saber, 1) ¿Qué vínculo existe –si hay alguno- entre el criterio de selección del CAAC y la serie de exposiciones de Arte Contemporáneo, Miradas de fin de siglo, promovidas por el mismo MALI?; y, 2) ¿Cómo dialoga con las demás una obra como Gabinete de la curiosidad (Gilda Mantilla-Raimond Chaves), que asume una perspectiva anti-museo?
No obstante, toda inquietud quedó suspendida, por una suerte de sombrilla discursiva -la de Buntinx- cuya retórica resultó de interés solo en la medida que aportaba una mirada peculiar, que además de ser la de un crítico de arte y curador, es también la de un coleccionista. En este sentido, tanto a Lerner como a Buntinx, les había tocado, en principio, un papel interesante de comentaristas de las obras y la sensación que se produjo fue la de un extraño cortocircuito.
No queda duda de que la empresa que se ha propuesto el CAAC en el MALI, resulta ser de suma importancia desde el punto de vista de la precaria plataforma institucional que en el Perú sostiene a una práctica como la del arte contemporáneo. Pero, por ejemplo, de las palabras de Villacorta y de Quijano se extrae una suerte de balance provisional de este primer año, el 2007, en el trabajo de la plataforma CAAC. Lo primero es el tema del aprendizaje. Si el CAAC lo conforman 33 personas, entonces, según Villacorta, de lo que se ha tratado en este año es de un proceso de mutuo aprendizaje no solo en la toma de decisiones, sino también en el sentido de ciertas obras que resultan de interés para los curadores. Según Quijano, el asunto es ¿Cómo lidiar con un proceso cultural tan heterogéneo como discontinuo para el caso del arte contemporáneo?
Entrando más en las obras seleccionadas para adquisición o aceptadas como donación, queda la sensación ya señalada por Lerner, y luego también por José Carlos Mariátegui, de que resulta necesario no olvidar la producción de video-arte local o, incluso, de arte desmaterializado. Curiosamente, una de las contadas adquisiciones de obra extranjera, es la estupenda obra en video de Liliana Porter, El zorro en el espejo. La insatisfacción, tal vez, se remita no tanto hacia las adquisiciones hechas en sí, sino a lo que se ha dejado de lado.
Y la pregunta es aquí: ¿aquello que se ha dejado de lado puede señalar, por ausencia, alguna característica del criterio de selección? La directora del MALI, y los críticos no están de acuerdo en el momento de responder a esta interesante pregunta, y esta es, al menos, la impresión que tengo.
En este sentido, resulta paradigmática la obra que se citó, una y otra vez, adquirida por el MALI en 2006. Es la lúdica pieza de José Carlos Martinat, Incarri-Realidad Stereo. Este proyecto, junta nuevas tecnologías y una reflexión sobre el uso del mito de Incarri no solo entre nuestros artistas e intelectuales, sino también como discurso vacío. Pero no solo eso. Esta pieza también maneja un discurso sobre el sentido de una intervención en el espacio urbano, y de la inestabilidad de toda imagen y toda palabra, cuando estas se transforman en una ruina o en un documento cultural.
La discusión sobre el criterio de selección de obra, también pasa por una cuestión del papel que cumplen los curadores, esta vez Quijano y Villacorta. Para nadie resulta claro cuál es el nivel de responsabilidad que les toca, pues, según creo entender, ésta se divide también entre los miembros de CAAC y la dirección del museo. Y sobre esto se ha hablado muy poco, salvo en los momentos que Villacorta, con su proverbial diplomacia, ha señalado que de lo que se trata es de un progresivo conocimiento de los límites de este tipo de aprendizaje, interno a las instituciones.
Al respecto, cabría decir, todavía, que se está privilegiando –al menos por ahora- una estética claramente objetual, colocando, muchas veces entre paréntesis, las dimensiones de proyecto, paradójicamente incluso, de algunas de las propuestas adquiridas. Resulta significativo que la propuesta de Martinat, por ejemplo, haya sido adquirida como pieza autónoma, como objeto. Esta suerte de confusión conceptual es posible que esté marcando una tendencia hacia el fetichismo del objeto, que se aprecia con claridad en la debilidad por obras como Leche de héroe de Alice Wagner o Indio (Yankee go home. Alter we drink our cokes) de Gian Carlo Scaglia. En este sentido resulta vital, como parte de todo este proceso de aprendizaje, una clarificación ni populista ni publicitaria sobre el sentido del arte contemporáneo para un espacio público como de hecho lo es el que tenemos en Lima. Asimismo, resulta crucial reflexionar, por ejemplo, acerca de cuál va a ser la manera como el CAAC va a procesar “obra”, que al interior de su universo (posterior a 1968) entre bajo la denominación de algún proyecto (por ejemplo, el Grupo Chaclacayo) cuyos “objetos” (quizás inexistentes en físico, aunque faltan investigaciones al respecto) solo sean parte de las “ruinas” de algo mayor.
Estoy seguro, que todo ello será parte de próximos debates sobre el sentido del arte contemporáneo en nuestra comunidad, sin falsos populismos, pero también, sin olvidarse de las necesidades de un público gratuitamente interesado, en todo aquello que quiera definirse como “arte”, aunque este sea “contemporáneo”.
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