Renato Pita Zilbert, colaborador permanente de esta plataforma y miembro de “El Colectivo” reflexiona en el siguiente texto sobre la participación del arte en la vida social.
En este sentido el arte y la comunicación se pueden tomar como una formula que se está reproduciendo en Lima pero que todavía “exige acción y reflexión constante”.
A continuación este texto que plantea una serie de puntos a tener en cuenta.
CON LOS PIES EN
Ideas generales I
Por: Renato Pita Zilbert
Actualmente, el panorama artístico en Lima atraviesa por una etapa que es necesario revisar detenidamente. Por ahora me limitaré a mencionar que, no es casualidad que actualmente sean de gran influencia en la cultura y el arte local experiencias como (1) las de grupos de teatro surgidos en lo que fueron las periferias de Lima (Comas, Villa El Salvador), (2) las tomadas de prácticas del activismo cultural o político (anticapitalistas, antiimperialista, etc), o (3) experiencias de arte en donde la producción simbólica o la acción artística provenga o se dirija hacia posturas críticas de lo político, social o cultural. Me refiero a esas acciones que desde el arte y la cultura participan de la resistencia y/o la construcción de una alternativa distinta al sistema imperante en nuestra sociedad, en donde la opresión y represión es ejercida por unos pocos sobre unos muchísimos. Todas estás prácticas artísticos-culturales*, diversas y distinta entre sí, han ido confluyendo en algo que, considero, no es un movimiento claro sino más bien un devenir que tiene que ir definiéndose concretamente. Mientras unas aparecen con un discurso claro de construcción alternativa o apuesta de transformación social, otras solamente suenan como voces disonantes. Estas prácticas desiguales tienen que motivarnos preguntas y prontas respuestas.
La pregunta que nos haremos ahora es ¿Por qué estas formas de trabajo que hemos enumerado líneas arriba, influyen con tanta intensidad? En principio, es porque el arte peruano en particular, y la cultura peruana en general, ha ido encontrando un estado crítico luego de años de divorcio con su gente. El público, la gente, la comunidad o el pueblo, además de ser un asunto temáticamente interesante, ha sido el gran ausente durante mucho tiempo en el sistema artístico.
Consideremos los agentes históricos de la última década: El ingreso del neoliberalismo en nuestro país, a causa de las políticas fujimoristas (años 90’s) fueron radicalizando las privatizaciones de instituciones y espacios públicos en nuestro país. Las intensas luchas políticas y culturales contra la dictadura, como importante plataforma que unificó principios y tomas de acción. A nivel mundial, la creciente avanzada del capitalismo y el sistema neoliberal, se fueron materializando en hechos concretos, como la invasión militar en Irak o la impositiva y beligerante avanzada de la globalización a través de TLCs. Además, la crisis económica Argentina y la intervención norteamericana en el gobierno de Bolivia, ambas con contundentes y victoriosas respuestas populares, hacen notar el carácter imperialista de las políticas de
En un aspecto general estos son los acontecimientos que propician y motivan la necesidad de replantear las formas de participación del arte en la vida social. Lo cierto es que si el arte seguía pensando en su propio ombligo, solo iba a cosechar ombligos: el mismo círculo elitista con el mismo tipo de comentario de la misma gente del mismo arte del mismo círculo elitista. La necesidad de vitalizar el arte, pasó por enfrentar la mentalidad conservadora y anquilosada del arte por el arte con la práctica persistente de un arte vivo, en movimiento, con la gente o la comunidad; y que a la vez sea consciente de su trabajo, en este tiempo y en este pueblo.
Entonces, una serie de acontecimientos empujan a asumir el arte desde una nueva actitud. Creo que lo interesante de esta nueva actitud, de este nuevo accionar es que, en principio, no los unifica un estilo o una tendencia artística (la variedad de apuestas formales es rica) sino, al menos a groso modo, una accionar común producto de intermitentes disconformidades y de sostenidas posiciones de individuos o colectivos (así de amplios son los márgenes que hoy nos unen), y este germen, en su calidad de semilla, alcanza a sacudir profundamente los cimientos de la concepción indiferente y desmovilizadora, del viejo arte y sus espacios tradicionales. Así pues, no es casualidad que se hayan removido las bases de la comunicación en y desde la práctica artística de los últimos años. Se inician una serie de acciones que desde la disconformidad, la autonomía y la vocación libertaria, abren “espacios” de información, exposición y debate, de manera independiente y/o autónoma a los círculos oficiales de arte. Se inician una serie de acciones desarrollando prácticas en donde el arte y la comunidad o el arte y el espacio público, empiezan ser preocupaciones (claras o no), estableciendo o empezando a establecer relaciones más directas, dinámicas y sostenidas.
Lo principal, y lo inicial, de esta nueva práctica es el interesante cuestionamiento que se hace a los tradicionales espacios artísticos como espacios de comunicación para el artista, concibiendo el accionar, individual o colectivo, como parte de una opinión o una actitud conciente del valor moral o ideológico del trabajo del artista (y ya no solo como un espacio aprovechado para mostrar o vender). Creo que existe la intención de hacer un cuestionamiento de fondo y no de forma, y esto es importante; pero por cierto, tiene que ir haciéndose más aguda y profunda esa cuestión. En este sentido, existen pasos nuevos que asumir. Este nivel básico se tiene que ir desarrollando hasta encontrarse con definiciones y exigencias a nivel de principios, de creencias y de acciones de acuerdo a la realidad, es decir definiciones de orden ideológico que no empujen a tomar decisiones. Y a partir de este proceso, o mejor dicho progreso, se irán encontrando las formas de alianzas, de articulación, de integración o incluso de división. Este camino aún lo estamos recorriendo, falta trecho aún y especular sobre él no es nuestro objetivo ahora.
No quiero dejar de mencionar otro hecho importante, que también tiene que ver con las nuevas formas de comunicar en el arte. Este es un asunto que se relaciona con la materia prima de la producción artística. Me refiero a la utilización de nuevos materiales para la producción y dinámicas para la distribución de trabajos artísticos, vinculados ambos casos con la vida cotidiana de la ciudad. En este aspecto hay nuevas características que reconocer y nuevos caminos que analizar, los cuales otorgan en el plano estético una riqueza expresiva distinta, desmitificada y lógicamente, relacionada con elecciones conscientes de identificación que hace el o la artista. Este no es algo tan reciente, pero es otro tema que se tiene que abordar y debatir con profundidad.
“Arte y comunicación”, por lo tanto, representa una inquietud que se ha ido planteando y afrontando de manera creciente, tomando en cuenta que esta alianza surge de las contradicciones que se debaten en nuestra sociedad y su cultura. Y lo interesante es que este problema de comunicación en el arte, no ha sido planteado desde aspectos puramente formales, sino sobre todo desde acciones concretas que comprenden aspectos como producción y distribución. En este panorama, es inevitable asumir una posición entre un movimiento progresista y otro conservador. El plantearse la acción del arte y la cultura, como profundos agentes transformadores de nuestra sociedad, es una voz que cada vez se hace más numerosa. Esto exige acción y reflexión constante, que en la actualidad tenemos que afrontar concretamente de manera creativa y organizada. Aún está en veremos nuestro mañana, nuestra labor es hacerlo cada vez más limpio y más nuestro.
Es un importante avance el que tenemos que asumir. Como se dijo, este es un devenir de prácticas que se han ido estableciendo en Lima, pero aún no representa un movimiento mayormente articulado. Las limitaciones son evidentes y los alcances todavía reducidos. Tenemos que luchar contra la intermitencia. La articulación se hace urgente ante las exigencias que se nos vienen. Nuestra tarea es asumir estos retos concibiéndonos parte de un mismo proceso y empujar el coche. En la medida que sepamos encarar aquellas limitaciones mostraremos la resistencia, la creatividad y la plataforma verdadera de una cultura con los pies en la tierra y con la mirada en el horizonte.
* Me refiero al trabajo realizado por experiencias de diversa índole e intensidad. Desde el plano expositivo, por ejemplo, tenemos los festivales Artes sin argollas, exposiciones en el marco del Foro de
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